Las Emociones y los miedos
"Las crisis hacen visible nuestra vulnerabilidad y generan sentimientos encontrados que, además de sumarse a los que ya tenemos dentro, los potencian."
Las crisis y las emociones
La cuarentena impuesta por el avance de esta pandemia nos puso a flor de piel la necesidad de adaptarnos a una nueva realidad. Aunque algunos puedan estar atravesando períodos de gran creatividad, el cambio y la incertidumbre probablemente hayan disparado en muchos emociones como enojo, frustración, aburrimiento y sobre todo, miedo. Las crisis hacen visible nuestra vulnerabilidad y generan sentimientos encontrados que, además de sumarse a los que ya tenemos dentro, los potencian.
La incertidumbre
La situación es totalmente nueva, desconocida y amenazante. El peligro es real y tener miedo es totalmente entendible. Sin embargo, tanto el miedo como el resto de las emociones que estamos viviendo en estos momentos no deberían ser vistos como algo malo o como debilidades. Si les prestamos atención y sabemos entenderlas, resultan una gran fuente de información. Y si vamos para atrás en nuestras vidas vamos a darnos cuenta de que los momentos que más resaltan en la memoria son los que llegaron a movernos, a emocionarnos. Son las emociones las que nos inspiran, motivan, guían y fundamentalmente nos impulsan a actuar.
Todo depende de nosotros
Pero todo esto último va a depender principalmente de nosotros. Del trabajo que hayamos hecho para poder ser conscientes de lo que sentimos y de cómo manejamos esas emociones. ¿Como esperamos sino poder guiar nuestras acciones hacia donde genuinamente queremos ir? Si dejamos que el miedo gane, no vamos a hacer otra cosa que alejarnos cada vez más de lo que realmente perseguimos. El miedo puede salvarnos en un escenario en el que se ponga en juego nuestra vida, como lo hizo en gran parte de nuestra evolución; o puede paralizarnos y hacernos escapar dándole la espalda a nuestros sueños. Miedo a equivocarnos, miedo a lo desconocido, miedo a encontrarnos con nuestra sombra, miedo a que nos rechacen. Hay millones. Pero lo peor de ese temor es que nos enceguece de los beneficios que se encuentran enfrente nuestro.
Nuestra propia cueva
¿Por qué nos cuesta tanto tomar algunas decisiones? ¿Qué es lo tan terrible de errar? Vivir sin cometer errores es como vivir dentro de una cueva de la que no queremos salir nunca. Esa cueva puede ser de mil formas y colores, no tiene porqué ser un calabozo. Pero por más linda o fea que sea, el hecho de no poder salir, o peor, no querer salir, nos convierte en simples prisioneros. Es verdad que es afuera de la cueva donde están todos los peligros, pero es ahí también donde encontramos las oportunidades. La idea no es incitar a hacer cualquier cosa para después decir: “Total de todo se aprende”. No es tan simple. Lo que decimos es que toda acción tiene riesgos y consecuencias, pero también beneficios. De acuerdo a nuestra personalidad y tolerancia al riesgo, estaría bueno que analicemos qué estamos dispuestos a hacer, pero para después HACERLO.
Lo desconocido se volvió común
Lo que no conocemos implica riesgos e incertidumbre, nos obliga a redefinirnos y sentir una inseguridad que nos incomoda. Por supuesto que no todo lo desconocido es bueno. Todos estamos de acuerdo que hubiéramos preferido pasar por esta vida sin haber tenido que conocer al ahora famoso COVID-19. Pero apareció y no nos quedó otra que adaptarnos a esta nueva realidad que tanto difiere de la que estábamos acostumbrados. El mundo nos sorprende con sus cambios constantemente, dejándonos vulnerables en lugares atípicos fuera de nuestra zona de confort. El cambio es el nuevo status quo y la velocidad con la que llega es cada día más alta. Lo desconocido es cada vez más común por lo que nuestra versatilidad, capacidad de adaptación y resiliencia se vuelven fundamentales.
Encuentros con nuestra sombra
El mundo externo no es lo único que cambia. ¿Qué podemos decir de nosotros mismos? Somos seres sumergidos en un proceso de constante devenir. Evolucionamos permanentemente y es ahí donde radica la dificultad para conocernos a nosotros mismos. A todo esto encima se le suma nuestra sombra, esa parte de nosotros donde vamos metiendo todo lo que no queremos hacer consciente y por lo tanto no estamos dispuestos a reconocer como propio. En nuestra vida pre-pandemia nos era fácil escaparle. Nos poníamos mil excusas y distracciones para no hacerle frente. Pero, ahora que el mundo nos obligó a parar la pelota puede ser un gran momento para enfrentarnos con esa parte de nosotros a la que le solemos huir. Es verdad que ahí en la oscuridad no todo va a ser color de rosas. Seguramente mucho de lo que encontremos nos angustie o nos avergüence pero lo más probable es que alguna linda sorpresa también nos llevemos. Algo que nos infle el pecho y nos haga sentir orgullosos de lo que somos.
Tal vez sea este el momento justo de iniciar esa conversación con nosotros mismos que tanto estamos necesitando.