Cubramos nuestras limitaciones
"Es nuestro deber como nuevos líderes generar contextos donde podamos desarrollarnos sabiendo que formamos parte de una red que nos apoya."
¿Qué pasa una vez que observamos nuestras limitaciones? Como ya mencionamos en otros artículos, de poco sirve quedarnos en este primer paso sin hacer nada al respecto. Un buen punto de partida es reconocer que pedir ayuda, apoyarnos en nuestros pares, nos puede acercar mucho a nuestros objetivos como equipo. Más allá de la resolución de problemas puntuales, cuando ayudamos y nos dejamos ayudar empezamos a sembrar un vínculo; comenzamos a tejer esa red sin la cual estamos desprotegidos.
Sin embargo, lograr generar un vínculo de confianza y respeto dependerá en gran medida de nosotros y de la actitud que tomemos frente a la ayuda que se nos brinda. Seguramente habrá incontables ocasiones en las que sólo acudiremos a otros para que realicen las tareas que les corresponden como miembros de un equipo en el que todos nos especializamos en distintas cuestiones. Su función, al igual que la mía, es imprescindible en la búsqueda de un objetivo común imposible de lograr en soledad.
Con esto en mente, es importante que sepamos gestionar nuestras relaciones con empatía y demos la facultad al otro para que haga lo que mejor sabe hacer y está fuera de nuestro alcance. El tratar con personas nos obliga a ser atentos con ellas y a demostrarles que su tiempo y trabajo tienen un valor no sólo para mí, sino para el equipo.
En otras circunstancias, les tocará también a nuestros pares enseñarnos cosas que debemos incorporar. Pero nos preguntamos: ¿qué tan común es darle, de verdad, la autoridad al otro para que nos enseñe lo que no sabemos? Cuántas veces nos dejamos arrastrar por juicios y preconceptos y no escuchamos lo que los demás nos quieren decir. Frecuentemente nos volvemos adictos a las respuestas sin darnos cuenta que son las preguntas las que nos abren nuevas posibilidades.
Con sólo el 2% del peso corporal, el cerebro es el órgano que más energía consume. Es por eso que ponernos en la incómoda situación de aprender nos cuesta desde lo emocional, pero también desde la energía que invertimos. Adentrarnos en nuevos conocimientos nos produce un cansancio lógico. Por tal razón, si abandonamos el proceso en la mitad, además de generar una sensación de realización inconclusa, levantamos una barrera que nos impedirá ponernos en ese lugar cuando realmente lo necesitemos.
Cuando otro nos da una mano, permanezcamos abiertos a ese conocimiento y busquemos hacerlo propio con todo nuestro esfuerzo. De no hacerlo, faltamos el respeto tanto a la persona que invierte su energía en ayudarnos, como también a nosotros mismos. No sólo perdemos el reconocimiento y el crédito de nuestros pares, sino que además desvalorizamos todo el tiempo que se dedicó. Resulta fundamental entonces estar atentos a la forma en que pedimos y a cómo actuamos cuando obtenemos la devolución.
Aprender, o incluso desaprender, es un gran medio para sobreponernos a nuestras limitaciones. Para poder abrirnos al aprendizaje el primer paso es admitir que no sabemos y que alguien o algo puede darnos la respuesta. Ya Sócrates, cuando se lo acusaba de ser la persona más sabia de Grecia, decía que él sólo sabía que no sabía nada. La magia de su sabiduría residía justamente en no declararse como portador de la verdad y estar abierto constantemente a nuevos conocimientos. Seamos entonces conscientes de nuestra propia ignorancia y dejemos de querer tener todo claro todo el tiempo.
Pero, ¿qué pasa cuando ya probamos mil formas distintas de hacer las cosas y nuestros resultados siguen sin coincidir con los que nos habíamos propuesto? Probablemente lo mejor sea desafiar lo hasta ahora correcto o habitual para lograr ver el problema desde otra perspectiva. Después de todo no vemos el mundo como es, sino como somos. Si conseguimos cambiar el observador que somos seguramente aparezcan posibilidades u oportunidades que antes parecían no existir.
Nuestra manera de observar el mundo, y por lo tanto la forma en la que actuamos en él, está filtrada por creencias o supuestos que tenemos profundamente arraigados y que nos impiden ver las cosas desde otros ángulos. Y es acá justamente donde nuestra red se torna vital. Nuestras relaciones pueden ser los disparadores que nos permitan cambiar el lente con el cual miramos.
Sin embargo, el surgimiento de observadores diferentes muy difícilmente se dé en entornos donde el cuestionamiento no tenga lugar. Es nuestro deber como nuevos líderes generar contextos de confianza, respeto y sinceridad donde podamos crear, innovar y equivocarnos sabiendo que tenemos y formamos parte de una red que nos apoya.