Cómo me conecto con el Otro


"Estaría bueno poder aprovechar esta distancia para mirar para adentro y ver qué personas son las que realmente extrañamos o sentimos que nos hacen falta."
NUESTRAS RELACIONES
Se van sumando los días de cuarentena y es muy probable que se empiece a sentir esa falta de contacto humano, algo que las videollamadas, por más que ayudan, no logran sustituir del todo. Desde esos encuentros casuales de pasillo en la oficina hasta las juntadas con amigos. Sin embargo, estaría bueno poder aprovechar esta distancia, esta lejanía, para mirar para adentro y ver qué personas son las que realmente extrañamos o sentimos que nos hacen falta. También, replantearnos cómo estaban siendo nuestras relaciones antes de esta pandemia. ¿Tenía las relaciones que realmente quería tener? ¿Estaba pasando mi tiempo con aquellos con los que yo quería estar? ¿Era ese tiempo bien utilizado?
NUESTRO PAPEL
Cuántas veces sentimos que no compartimos suficiente tiempo con la gente que queremos. O peor, que nosotros no somos la mejor compañía para los que nos rodean. Tratemos de reflexionar un poco y preguntarnos cómo nos conectamos con el otro. Con nuestros compañeros de oficina por ejemplo. ¿Por dónde solemos encarar nuestra relación con ellos? Esas personas con las que pasamos mucho más tiempo que con nuestros grandes amigos y es probable que no sepamos ni lo más mínimo de sus vidas. Más que compañeros de trabajo muchas veces solemos tener extraños que se sientan cerca. Y después nos preguntamos porqué nos cuesta armar buenos equipos. Pero ojo, antes de empezar a tirar culpas veamos qué estamos haciendo nosotros. ¿Cuándo fue la última vez que nos acercamos a un compañero para simplemente charlar? Y hablamos de esas personas a las que sólo acudimos cuando necesitamos algo, aquellos a los que más que como personas vemos como una especie de dispenser.
¿VÍNCULO O TRANSACCIÓN?
¿Qué tipo de relaciones preferimos crear? Puede ser que muchas veces en lugar de querer generar un vínculo genuino buscamos una transacción. Si es eso lo que perseguimos, está perfecto. El problema surge cuando confundimos vínculo con transacción. Esa confusión es la que nos conduce a la falsa expectativa de que el simple hecho de hacer un bien conlleva recibirlo. Olvidamos que ayudar debe ser un acto unilateral. Cuántas veces nos enojamos cuando no nos devuelven un favor. Hay que recordar que uno no puede manejar las reacciones de los otros. Por eso hay que tratar de actuar desde esa humildad, sabiendo que solamente tenemos el control sobre nuestras propias acciones y reacciones a las acciones de otros, no más que eso.
LA SINCERIDAD
Esto nos lleva a volver al tema central, la sinceridad. Todos, nosotros y los que nos rodean, tenemos inseguridades y egos. Todos somos vulnerables. Y es justamente con eso en mente, que lo mínimo que podemos hacer con el otro y sobre todo con nosotros mismos es ser sinceros. Hay que sacarnos de la cabeza que la sinceridad es una debilidad cuando es justamente lo contrario, una fortaleza. Tenemos que entender que esa sinceridad no es otra cosa que el núcleo desde donde nace la empatía. ¿Y qué grupo de trabajo o, más importante, qué relación se puede construir sin empatía?
LA CONFIANZA
Si tenemos que andar por los pasillos nombrando nuestros logros algo anda mal; deberíamos estar concentrados en usar nuestros esfuerzos para hacer lo mejor y sobre todo potenciar a los que tenemos al lado. No por una cuestión altruista, sino porque entendimos que es más probable y sostenible en el tiempo que nos vaya bien si a todos en el equipo les va bien. Es reconocer que es mucho mejor que nos venda otro a vendernos nosotros mismos. Pero claro, eso se vuelve imposible de lograr si no existe confianza y empatía con los que tenemos cerca. Es una receta simple pero no por eso fácil, si lo fuera todo el mundo lo haría.
LAS REGLAS DE JUEGO
Algunos podrán decir, “son las reglas de juego, acá se hacen así las cosas. ¿Esperás que nos demos las manos y seamos todos mejores amigos?” Estar dispuesto a dejar todo en pos de un objetivo no implica ser mal compañero. Supone conocer los límites y los derechos de los demás. Uno puede ser duro y justo, tajante pero amable. Reflexionemos esto pensando en la familia, la principal estructura desde la cual se construyen todas las demás organizaciones. ¿Qué padres nos hubiera gustado tener o buscamos ser? ¿Uno que sólo consigue que sus hijos hagan lo que pide con amenazas o sobornos? El famoso palo y zanahoria. O, ¿unos padres que son duros cuando tienen que serlo, pero que saben cuándo acercarse y se preocupan por preguntar con sinceridad cómo se sienten? Imaginemos el estrés que generaría, tanto en padres como en los hijos, un ambiente en donde no hay confianza y todo se consigue mediante intercambios que carecen de una conexión genuina. Claro, cuando hablamos de una familia parece razonable, pero si trazamos un paralelismo con la oficina, lugar en donde muchos pasamos inclusive más tiempo que en nuestras casas, el mismo ejemplo se vuelve una exageración.
EMPECEMOS POR NOSOTROS
Solemos olvidarnos que colectivamente valoramos a la gente que aporta parte de su tiempo y trabajo en pos del otro. Hay un millón de charlas motivacionales a las que les encanta hablar de eso, pero lo que rara vez dicen es que esas personas pueden trabajar hacia fuera porque primero lo hicieron hacia adentro. Todas las cosas que consideres buenas, aquellas que te gustaría que te hagan, hacelas por y para vos mismo. Recién ahí puede ser que empieces a ver los resultados. Y siempre recordemos que hacerlo no nos garantiza nada, pero no hacerlo nos asegura no recibirlo.